La actividad turística se encuentra en una encrucijada hasta ahora nunca vivida, ha pasado de ser la actividad económica más resiliente del mundo, con altísimas tasas de crecimiento continuado, a una actividad en crisis de una gran fragilidad frente a la pandemia. En algunos territorios el impacto de la caída del turismo ha supuesto una crisis sin precedentes a la que no termina de darse fin. Nuevas olas de contagio, restricciones en la reapertura de fronteras, control de aforos y horarios de apertura y cierre, otorgan a la situación actual una volatilidad y fragilidad sin precedentes. En este difícil escenario hay una premisa incuestionable, el sector no puede quedarse quieto, es necesario recordar el punto donde la pandemia empezó, cuáles eran los retos entonces, ver en qué ha cambiado esa situación y que se debe hacer para recuperar el ritmo de crecimiento con un modelo turístico que responda a los nuevos retos a los que se enfrenta el turismo tras la pandemia. En este nuevo escenario la administración pública como jugador fundamental del ecosistema turístico precisa, más que nunca, debe comprender la situación a la que se enfrenta como gestora de la política pública y responsable ultima del territorio donde la actividad turística tiene lugar. Los responsables públicos de la gestión de los destinos turísticos deben conocer cuáles son las claves del éxito en un nuevo mercado post-covid, el papel que les corresponde en el escenario turístico que resultará tras la pandemia y los nuevos instrumentos y procesos que tiene a su disposición para mejorar la eficiencia de sus tareas
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